En Opinión: “Juguetes de sexenio“ por Horacio Corro Espinosa

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Cuando todos pensábamos que ya nada podía sorprendernos, ahora nos asombra la capacidad de imaginación del Partido Revolucionario Institucional, quien acabó de confeccionar y perfeccionar un juguetes que están destinado a nutrir a las nuevas generaciones con una renovada campaña moral contra los hombres corruptos de ese partido.

Hace años, antes de la tecnología digital, cuando aún los mexicanos se chupaban el dedo, el poderoso partido en el poder fabricaba juguetes con tecnología doméstica.

Cada nueva administración sexenal o municipal, el poderoso partido iluminaba los aparadores con juguetería novedosa. Ahí estaba la moralización de la sociedad, la reforma política, las fiestas nacionales, la exportación, y lo que no podía faltar, sólo que con diferentes texturas, sabores y olores, la brillante retórica.

Siempre se buscaba innovar con modelos mágicos. Por ahí desfilaba la paz, el precio de las materias primas, la carta de los derechos y los deberes, el diálogo Norte-Sur, el plan mundial de energéticos y los afanes por los infantes.

Los juguetes para el uso doméstico se explotaron tanto, hasta que ya no se les pudo sostener. Ellos eran la renovación moral del hombre. Los más insistentes en este tema fueron los presidentes priístas Miguel Alemán y López Portillo.

Los jilgueros de entonces se mostraron frente a sus correligionarios con un nuevo juguete de estilo renovado y colores llamativos.

Y lo que son las coincidencia, estos dos expresidentes tuvieron muy mala suerte, pues sus mismos amigos los exhibieron y les cuestionaron su honradez. Dieron a conocer la corrupción en la que estaban hundidos y la de sus colaboradores inmediatos.

Ésos juguetes eran exclusivos para distraer el ocio político de los amigos cercanos de estos presidentes. Entre uno y otro presidente había una diferencia de 30 años, pero sufrieron la ingratitud, la crueldad, los cuestionamientos por sus casas y palacios, negocios de parientes oportunistas y enriquecimiento ilícito.

30 años de distancia entre uno y otro, y el juguete era el mismo pero con diseño diferente. El engaño estaba en la forma de comunicar emoción y provocar contagio dentro del pueblo. Y qué creen, que el pueblo compró ese juguete como la varita mágica que iba a cambiar y solucionar todas las cosas.

En ambos sexenios adormecieron a todos con voces huecas y falsas y utilizaron muñecos de utilería para despistar y distraer.

Después de toda esa vergüenza nacional, los nombres de esos presidentes estuvieron perdidos, silenciosos, empolvados en los rincones de las hemerotecas porque al partido en el poder no le convenía que fueran sacados a la luz porque eran el símbolo de la corrupción.

Hoy, a muchos años de distancia, el revolucionario institucional hace de esa retacería un nuevo juguete con tintes de honestidad a la medida de chicos y grandes.

El presidente del PRI nacional, Enrique Ochoa Reza, trata de perfeccionar el juguete adecuándolo a los tiempos pero pocos le creen. Desde su llegada a este partido, dijo que señalaría todo acto de corrupción e impunidad, incluso, en el Gobierno federal. Puso de ejemplo a tres gobernadores priístas señalados por actos de corrupción: de Quintana Roo, Roberto Borge; Veracruz, Javier Duarte, y Chihuahua, César Duarte.

Estos juguetes, es cierto, muchos políticos los han ofrecido y el pueblo los ha comprado como antídotos de corrupción. Es el caso de Oaxaca, quien compró el juguete que ofreció Gabino Cué. En su momento, ese juguete satisfacía las exigencias del pueblo quien pedía a gritos un rescate moral y político. Para desgracia de todos, ese artefacto salió mucho más caro por su engañosa envoltura.

Ojalá el siguiente sexenio no sea de fabricación milagrosa, como lo dijo el gobernador electo Alejandro Murat. Eso no serviría de nada. Oaxaca quiere obras físicas y sobre todo morales. Es todo.

 

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