‘La política se ha convertido en un show barato’: Luis de Tavira

El dramaturgo señala que en México el teatro se resignifica porque es interlocutor en la batalla entre civilidad y barbarie.

Pocas personas viven al teatro como Luis de Tavira(1948). Cada una de las respuestas del dramaturgo se acompaña por una mirada y un movimiento de manos que enfatizan lo dicho.

Quien fuera cofundador del Centro Universitario de Teatro, apunta con total convencimiento, que su disciplina es el arte mayor, no sólo porque es la suma de todas, sino también porque tiene un sentido comunitario que busca direccionar al individuo.

Por tanto, de Tavira reconoce que el teatro tiene una gran responsabilidad con el presente del país, “nos llama para reorientar el sentido de la existencia en una época donde los valores están devastados”, explica el ex titular de la Compañía Nacional de Teatro.

Actualmente el dramaturgo monta la pieza El corazón de la materia en el Teatro de las Artes, del Cenart y hace unas semanas publicó su libro Teatro escogido (Fondo de Cultura Económica), donde reúne siete obras seleccionadas por él mismo.

¿Cómo fue la curaduría para este libro?

Son obras que pertenecen a una larga trayectoria. Mi ejercicio apasionado del teatro comenzó en la actuación, siguió por la pedagogía de la actuación, para arribar finalmente, a mi lugar más idóneo: la dirección de escena, entendida como una forma de sumarse al movimiento de la renovación de la estética teatral surgida en la segunda mitad del siglo XX, y que consiste en concebir al teatro como puesta en escena más que como literatura. A partir de esta conceptualización se exigió el tratamiento de los textos, para equivaler a la distinción establecida por Lessing entre ‘dramaturg’ y ‘dramatiker’. Es decir, el poeta dramático frente al autor de la actualización o la versión de la puesta en escena. Rara vez he montado los textos sin hacer una hermenéutica, sin adecuarlos para el espectador del México actual, este proceso me llevó a la creación autónoma de textos propios.

¿La obra tal cual aparece en el libro está incompleta mientras no se representa?

Todos los textos teatrales claman por ser representados. La lectura implica el sentido de la vista, el texto escrito está hecho para ser oído, por eso antes el teatro era en verso. La experiencia de la lectura teatral es una provocación a una puesta en escena en la imaginación del lector.

Estas obras tienen en común preocupaciones personales que a su vez dialogan con el presente.

Sí, creo que tienen en común una estructura laberíntica. El laberinto funciona como metáfora para decirnos que el mundo para los hombres está cifrado. Si queremos avanzar necesitamos descifrarlo, lo cual requiere del extravío como experiencia. Dado que es el arte que más se aproxima a la persona en su intimidad, gracias a la comparecencia física del actor y que plantea la urgencia de orientarse en la existencia, el teatro tiene una tarea especial en estos días. Es el arte de la vida, pero permanente nos recuerda la muerte. Tal vez porque sólo frente a la muerte nos acordamos de que estamos vivos, aunque si necesitamos acordarnos que estamos vivos, es porque tal vez estamos muertos.

 

Algo que adquiere relevancia en un país como el nuestro, donde los últimos años hemos estado conviviendo con la muerte. ¿Cómo percibe la reacción del teatro mexicano ante el presente?

Seguimos haciendo teatro rodeados de barbarie. El teatro se resignifica en este país porque es interlocutor en la batalla entre civilidad y barbarie. Nos llama para reorientar el sentido de la existencia en una época donde los valores están devastados. Ante el resurgimiento del racismo, la xenofobia, la misoginia o la intolerancia, nada como el teatro porque nos reúne y hace comunidad. Vivimos una época decisiva porque estamos en la era de la despersonificación y deshumanización, y frente a ello el teatro, como arte comunitario, necesita replantear a su sociedad.

¿Por qué?

El teatro se explica a partir de su relación con la sociedad. Así ha ido cambiando y proponiendo cosas que han influido en el individuo. El problema es que ahora la sociedad cambia más vertiginosamente, por eso en esta era de la superproducción industrial de basura, de relaciones intermediadas por máquinas y donde todo es un show barato, incluyendo la política y el sexo, el teatro es una experiencia decisiva para rescatarnos de la catástrofe espiritual que ha confundido la virtualidad con la realidad.

¿En qué momento la política se convirtió en un show barato?

En el surgimiento de la era de la imagen. Ya no importa quién es el político, sino lo que aparenta; esto viene con la eclosión del capitalismo salvaje, la publicidad y el mercado. La democracia es un ejercicio de la conciencia. El sujeto de la libertad no es la voluntad, sino la conciencia. Para ser libre hay que saber. La gente piensa que la democracia consiste en ir a las urnas para elegir, el problema es que va a las urnas como va al super a escoger entre un jabón y otro, se deja guiar por la campaña publicitaria. Hoy los expertos son especialistas en mercadotecnia lo que hace de la democracia una parodia.

Es un problema global, ¿no?

Es global, aunque se acentúa en un país como México donde existe una predilección por el enmascaramiento. Y el teatro se enmascara para desenmascarar a las personas. La salvajada que implica el triunfo de Trump en Estados Unidos es un escándalo elocuente de hasta dónde puede llegar la política. La posverdad es un término eufónico de la mentira y por lo tanto ya nadie cree en nada. La crisis de la civilización es grande.

¿El teatro está dialogando con este presente?

Sí, pero volviendo a la tradición, Esquilo, Shakespeare o Cervantes. En México el acontecimiento histórico fundamental que inaugura el siglo XX fue la Revolución y dio lugar a una transformación cultural: surgió una narrativa, una escuela de pintura, una música nacionalista. El teatro necesita más tiempo porque es la suma de las artes. Como decía Hegel, el teatro es la cúspide de las artes por eso en el centro de las identidades nacionales siempre hay un poeta dramático. ¿Qué sería de la hispanidad sin Cervantes o Lope? ¿De Francia sin Moliere? ¿De Alemania sin Goethe o Schiller?

¿Qué tono define el momento que vive México?

Hay una tragedia negada y oculta, pero a la vez decisiva y trágica, me refiero al asesinato y la impunidad rampante a la que responde una parodia que es sainete político que es una parodia de la democracia, y eso es muy grave.