En Opinión: De la historia, algo se aprende…. Por Sócrates Campos Lemus

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¡QUE CONSTE,… SON REFLEXIONES!

           EL 20 de Agosto de 1947, Antonio Díaz Soto y Gama, publicaba en El Universal, su artículo: LOS VENCEDORES, es bueno reflexionar sobre el tema cuando vemos que no ha cambiado nada el sentir y el actuar de los políticos en el poder: “Jamás olvidaré la lección que sobre historia, política y sociología me dio una persona ajena en todo y por todo a la historia, a la política y a la sociología”

“En un corrillo empezaba yo a expresar mi opinión sobre Hernán Cortés, cuando de pronto uno de los interlocutores atinadamente me interrumpió diciendo en forma concisa y lapidaria: “Yo no creo en Hernán Cortés por una razón única… porque fue vencedor”…

“Quedé a la vez convencido y asombrado. Convencido por lo vigoroso y rotundo del argumento. Asombrado por la penetración y profundidad que dio pruebas aquel profano en materia en que especialistas eminentes de modo lastimoso desbarran” (lo vemos hoy con los doctores formados en el extranjero que no solamente desbarran sino que la cag… a cada paso)

“En efecto me dije cuando me hube quedado a solas: si Hernán Cortés triunfó, fue con frecuencia a costa de la lealtad y de la rectitud. No fue leal con su jefe y protector Diego de Velásquez, fue en lo absoluto desleal y carente de caballerosidad y gratitud con Moctezuma, de cuya confianza, amistad y benevolencia abusar. Por la puerta falsa entró para suplantar al emperador azteca y hacerse dueño de sus dominios. El ilustre fray Bartolomé, el defensor inmortal de los indios, hubo de echárselo en cara. En el que no entra por a puerta, obra como ladrón, tuvo que confesar Cortés a Las Casas al preguntarle éste que “con que justicia y conciencia había preso a Moctezuma y usurpándole sus reinos”.

“¿Y qué diremos de algunos otros de nuestros vencedores? ¿Qué decir de Iturbide, el hombre que sin ningún escrúpulo rompía juramentos de fidelidad y cambiaba de causa y de bandera según el sentido o el rumbo en que soplaban sus ambiciones? ¿Y de Santa Ana, el eterno trásfuga, el veleidoso y tornadizo, el traidor a todas las tendencia y a todos los partidos? (Hoy en día, les dicen: políticos chapulines…)

“Santa Ana venció seis, siete, ocho veces. Pero ¿Cómo venció? A fuerza de vergonzosos malabarismos y continuas prevaricaciones; a expensas de los compromisos que ayer contraía para burlarlos al día siguiente. Triunfó por insincero y por comediante, por la consumación de actos de bajeza, de tartufería y de histrionismo”

“De los contemporáneos (1910 en adelante), ni qué hablar. Los hemos tenido de todos los tamaños y categorías vulgares, arribistas clásicos, logreros empedernidos, mañosos estupendos, intrigantes de genio, hijos mimados de la fortuna, astutos con sagacidad vulpina, lobos con piel de ovejas, impostores disfrazados de apóstoles, negociantes con habilidad y audacia apenas concebibles, especuladores anonadantes. Pero todos, eso si, afortunados invencibles, maestros en el arte de apoderarse del poder y de no abandonarlo jamás” (como si fuera futurólogo, le dio al clavo en sus definiciones que hoy se aplicarían a todos los políticos de todos los partidos)

“Han vencido sí, ¿pero en qué forma? Como lo hacen todos los vencedores: echándose los escrúpulos a la espalda, sacrificando a veces la conciencia, a veces la gratitud o la amistad, echando al olvido las conveniencias de orden moral, transigiendo con el crimen si es preciso, aceptando compromisos inconfesables, recurriendo a la genuflexión, a la prosternación, a todo género de humillaciones y componendas, si ellas son útiles o indispensables para el triunfo”.

“Cuando se profesa la religión del éxito, cuando se tiene como único programa el conocido y desquiciado aforismo: “en política todo es permitido y perdonado, menos la derrota”, todos los medios son buenos y todos los procedimientos aprovechables, con tal que permitan llegar a la cumbre. Pero ¿Los intereses de la colectividad? Ellos sólo cuentan si por casualidad coinciden con las miras personales o bien, transitoria y excepcionalmente en el mejor de los casos, con las miras y las exigencia del grupo, camarilla u oligarquía de que se forma parte”

“Y lo peor es que, una vez en las alturas que producen vértigo, muy pronto se pierde el sentido de la realidad. La adulación y el suficientismo se apoderan del ánimo y hacen su efecto. Se comienza por molestarse con las críticas y censuras, por fundadas que sean; causan ellas después irritación, y a la postre se acaba por desdeñarlas. Este es el periodo de la franca decadencia: se procuró, al principio, muy al principio, satisfacer la opinión pública, y se termina repudiándola y atendiendo sólo al consejo o a las pérfidas insinuaciones delos turiferarios, de os que mejor saben manejar el incienso y la lisonja” (los lameculos). Así, por tales razones, por la visión de hombres libres y plenos, los políticos, niegan el valor de la historia: porque se ve la podredumbre del presente…por eso hay que leer y estudiar la historia… algo se aprende.