Video: A 22 años del asesinato de Luis Donaldo Colosio

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Tijuana.- Lomas Taurinas tiene la sombra del magnicidio sobre los techos de sus amontonadas casas, situadas en las empinadas laderas.

«Fuimos de alguna manera agredidos. Nos sentimos agredidos porque Jacobo Zabludovsky decía en ese tiempo que Lomas Taurinas eran los arrabales. Lomas Taurinas, los arrabales de Tijuana», cuenta Yolanda Lázaro, fundadora de la colonia, que nació de una invasión encabezada por Agustín Pérez Rivero.

Su voz no suena a lamento, tiene más bien un dejo de reclamo. «Hasta la fecha. Ahora nosotros pedimos: por qué no van a Lomas Taurinas. No, porque matan», añade.

Encargada del centro comunitario Luis Donaldo Colosio, ubicado en la Plaza de la Unidad y la Esperanza, lugar en el que fue atacado el político sonorense aquel 23 de marzo de 1994, platica sentada debajo de un espacio dedicado al recuerdo.

Enfundada en ropa cómoda para hacer limpieza, se detiene en sus labores para hablar de la colonia y sus habitantes, del día del asesinato y los preparativos de la visita, de su inmutable fidelidad al Partido Revolucionario Institucional (PRI).

En el espacio que bien podría pasar por altar, a un costado de la fotografía de Luis Donaldo, hay otra de menor tamaño del alcalde Jorge Astiazarán Orcí con el sub delegado de Otay Centenario, Carlos Eligio Carreón Valencia, nieto del líder cetemista Eligio Valencia Roque. Junto a los dos retratos adorna un grupo de ranas de porcelana en posturas casi circenses.

«A pesar de lo que hablen de Salinas, la verdad yo creo mucho en Salinas. Es un chingonazo, lo que sea de cada quien. Sería un gran estadista si no le hubiera pasado esto», dice la mujer que no cree en la teoría del asesino solitario.

Frente a esta muestra de solidaridad, la pregunta es: si, como creen algunas personas, el expresidente Carlos Salinas de Gortari mandó matar a Colosio, ¿se lo perdonaría? «No creo, no creo, Salinas estaba tan empoderado que no le convenía. Hubo muchas cosas», responde en forma apresurada.

Mientras recuerda y habla, el viento lleva por las calles bautizadas con los nombres de protagonistas de la fiesta brava, la música que sale de una de las decenas de casas de los alrededores. Primero «El pecador» y sus rimas desafiantes, después los bajos de «Cipress Hill» y «Low Rider». Son las canciones de un barrio fronterizo.

«La gente de Lomas Taurinas es muy trabajadora, hay gente muy humilde pero no a ese grado», dice Yolanda sobre el magnicidio. «En todas las colonias han matado a alguien, solo que no famoso», agrega.

Llega entonces el sentimiento materno. «A lo mejor sí tenemos. Las colonias son como las familias, hay hijos buenos, hay hijos malos».

Sostiene que la colonia es como cualquier otra, y aunque el evento no cambió a sus habitantes, hablar de ello, dice, es ocasional.

Enfatiza que de la cancha que se encuentra a un costado del centro comunitario hacia el este es ampliación Lomas Taurinas, y hacia el oeste, Lomas Taurinas.

«Donde mataron a Colosio es ampliación Lomas Taurinas», precisa la mujer que estuvo presente el día de la visita del candidato y que recuerda en qué punto de la plaza cayó entre la multitud su cuerpo baleado.

Dice que en la colonia ahora hay más calles pavimentadas, pero se apura para agregar que la atención de las autoridades no derivó del asesinato del candidato presidencial priísta.

LA VISITA ANUAL AL «COLOSIO MARINERO»

Desde la silla tapizada de colores en la que está sentada, tiene a la vista la figura de Luis Donaldo Colosio que saluda con su mano derecha en el aire, esperando la visita anual de los militantes del partido tricolor y los funcionarios en turno del mismo instituto político.

«El candidato, mira cómo está. Da tristeza verlo, y me da tristeza verlo porque vienen y se toman foto», señala Yolanda Lázaro. «Dicen las personas; mira, parece minero, está todo verde».

La plaza en el lugar del asesinato fue ideada por un grupo encabezado por el arquitecto Ignacio Carlos Huerta, explica, y originalmente la figura de metal la elaboraría el autor de «La mona», la conocida figura de mujer en la colonia Del Río.

«Ya ves que luego salen grupitos de aquí, vienen gente de México. La maqueta como estaba se veía muy bonita, pero como era mucho dinero le fueron quitando, le fueron quitando», menciona.

Recientemente estuvo en la ciudad el hijo del candidato presidencial, Luis Donaldo Colosio Riojas, y la duda constante era saber si visitaría el lugar en el que asesinaron a su padre.

«Dicen que venía para acá pero se quebró (…) dijo que no, que no era el momento todavía», afirma Yolanda, que cree haberlo visto cuando estaba muy pequeño, acompañando a su madre Diana Laura Riojas, un mes después del crimen.

«Yo andaba aquí y ellos bajaron de un carro, de una camioneta con otras tres personas, y nada más ella, su niña y el niño. Se arrimaron, dijeron dónde había estado el licenciado Colosio, dónde había caído, y ya le dijimos dónde. Allí estuvo ella, nosotros nos hicimos a un lado», cuenta desde la niebla de la memoria.

La entrevista de El Sol de Tijuana a Yolanda Lázaro es días antes de que se cumpla el aniversario luctuoso, y afuera personal del municipio ya limpia el espacio.

«Yo deduzco que van a venir pero no nos han dicho, a nosotros como comunidad no nos han dicho, y eso que voy y me meto a la delegación, me meto donde quiera», anota sin desconcierto porque dice que siempre es así.

NADIE CREERÍA QUE IRÍA A LOMAS TAURINAS

Sentada en una silla de madera, Yolanda Lázaro asegura que nunca olvidará aquella tarde nublada del miércoles 24 de marzo cuando Colosio pisó las empolvadas calles de Lomas Tarinas.

Apenas se bajó de una camioneta con placas de Sonora y la gente se arremolinaba, todos querían saludar al candidato.

«No estaba transitable la calle por donde llegó, estaba bien fea y todavía no entendemos cómo es que eligieron que su evento fuera aquí, todo estaba muy raro desde un principio», razona doña Yolanda.

Acompañado de priístas de renombre, arribó al parque donde emitió su último discurso, aquel donde prometía un gobierno sensible y cercano a la gente.

«Sé de los retos que se enfrentan en estas colonias populares de Tijuana y de Baja California, pero lo que yo sé también y es lo que he querido de ustedes, es que con unidad y con esfuerzo conjunto, con la suma de voluntades, no hay obstáculo que no podamos vencer», expresó aquel día ante la multitud Colosio Murrieta.

 

SE ESTREMECE MÉXICO ANTE COLOSIO MUERTO

Al culminar su discurso, comenzó a caminar para retirarse del lugar, recuerda Yolanda.

«En cuanto terminó de hablar, luego luego comienza la música, me acuerdo que pusieron ‘La Culebra’, pero era estruendosa la música», narra la mujer.

Todos querían acercarse, todavía se acuerda que ese día un niño de Lomas corrió para entregarle una carta dirigida al candidato donde solicitaba apoyo para su escuela, así cientos de priístas hacían su lucha para saludarlo.

«Pero no caminó mucho y yo escuché que alguien gritó: quítate cabrón, voy a tomarle una foto; pero dicen que ese era el dichoso clavadista, y cuando dice que va a tomarla, sale un flashazo, luego yo veo cuando alguien pone una pistola y le dan un balazo», recuerda con consternación y baja la mirada.

Dos balazos se escucharon, pese a que el volumen de la música era totalmente elevado.

«Yo volteo y veo a Aburto (…) después el candidato se iba cayendo, yo estaba casi atrás de él», menciona.

Al escuchar las dos detonaciones, Yolanda Lázaro asegura que su mente se puso en blanco y comenzó a gritar que habían matado a Colosio.

¡LO VAN A MATAR, LO VAN A MATAR!

Pero el presentimiento de la muerte de Colosio Murrieta surgió cuando una de las residentes no dudó en decir a algunos vecinos que ese día ocurriría una tragedia.

«Ese día, una muchacha que en ese tiempo estaba embarazada, recuerdo que nos dijo que ya se iba y su mamá le preguntó por qué, pero ella nos decía que lo iban a matar, ¡que lo iban a matar! Y se fue», recuerda la líder priísta de Lomas Taurinas.

Los residentes afirman que el día de la tragedia, «había algo que se presentía y se veía hasta en la gente que iba llegando, se les veía serios».

ABURTO, ASTUTO

Bien reza el dicho: «la hoja del árbol no se mueve sin la voluntad de Dios», y para Yolanda Lázaro, Aburto no fue el único asesino, pero reconoce que es una verdad que nunca sabremos.

Un año después del asesinato, Yolanda, siendo testigo, tuvo de frente en un careo a Mario Aburto en prisión, en el entonces Penal de Máxima Seguridad de Almoloya de Juárez.

«A mí me tocó ver a Mario, él me hacía preguntas. Es bien capcioso y habla con firmeza, y aquellos pantalonzotes. Yo me acuerdo que él me cuestionaba si yo me acordaba de qué tamaño traía el bigote o de qué color traía su chamarra, él es un hombre astuto, él manipula», así lo recuerda.

En ese viaje Yolanda conoció a la mujer que fue amante de Aburto; ella también participó en los careos.

Ese día, casi al regresar a Tijuana, la mujer le confesó que semanas antes Aburto actuaba de manera extraña, y justo en el Parque de la Amistad en Otay era constante cuando una camioneta pasaba por él y se lo llevaban para realizar prácticas de tiro.

«Ella platicó sobre su relación con Aburto y nos platicó que él iba al Parque de la Amistad, y de ahí llegaban y se lo llevaban a practicar tiro al blanco, pero inclusive el día que mataron a Colosio, ella dice que estaba en la fábrica y tenía frío, entonces él se quitó la chamarra y se la prestó pero ella metió la mano a una de las bolsas porque tenía frío y se dio cuenta qué traía, entonces Mario le dijo que hiciera de cuenta que no sabía nada», comparte Yolanda. Asegura que la pareja de Mario Aburto encontró en la chamarra un arma de fuego.

Sin lugar a duda este hecho marcó a Yolanda y a miles de personas que confiaron en un cambio, quienes creyeron que un hombre como Colosio podría corregir el rumbo del país.

ME HA HECHO FALTA MI PADRE: COLOSIO RIOJAS

Con una mirada firme y con sencillez, Luis Donaldo Colosio Riojas admite lo difícil que han sido estos años, ante la ausencia de su padre, Luis Donaldo Colosio Murrieta.

«Es en este presente en el que me gustaría estar con él, por ejemplo desde que me casé hay muchas cosas que quisiera haberle preguntado, o por ejemplo sobre mis hijos, escuchar un consejo, cosas que en mi vida adulta verdaderamente me hacen falta», expresa y respira profundamente.

El principal reto que ha enfrentado desde la niñez es asimilar lo que él llama «una fuerte experiencia» y esto le tomó varios años para poderlo entender.

«Lo que más me ha costado trabajo fue quitarme muchos pesos de encima y que yo mismo me estaba adjudicando, o que mucha gente me decía que yo tenía una responsabilidad y una obligación, pero todas esas conversaciones me las estaba creyendo», comparte, en una entrevista con El Sol de Tijuana.

Recuerda que su niñez no fue fácil. «Nunca pude vivir una vida como un niño normal porque cada vez que alguien me veía, inmediatamente me comenzaban a tratar distinto y eso me costó mucho trabajo, pero con el tiempo y madurez comencé a distinguir entre la gente honesta y la gente interesada, entre la gente buena y las personas malas».

Pero desde su corta edad, afirma que le ha quedado claro que «por más arriba que estés, en un instante te puedes caer y esto me ha enseñado a mantener los pies firmes sobre la tierra».