En Opinión: «El conorel sin falda» por Sócrates Campos Lemus

 ¡QUE CONSTE,… LOS OLVIDADOS!
POR SÓCRATES A. CAMPOS LEMUS.

         El día domingo 30 de julio, se publicó en el diario LA CRÓNICA la historia resumida del coronel AMELIO ROBLES: UN CORONEL TRÁSGÉNERO EN LA REVOLUCIÓN MEXICANA. Sin duda este tipo de historias despertarán una gran curiosidad en los lectores y se podrán encontrar en el sitio: «historiaenvivomx@gmail.com.”

“Aquella niña, nacida en el pueblo de Xochiapa, en el estado de Guerrero, la bautizaron como Amelia Malaquías –el santo del día de su nacimiento- Robles Ávila. Pertenecía a una familia ranchera de cierto nivel, con una casa y un rancho. En sus primeros años, recibe una peculiar crianza en el rancho aprende a montar caballo e incluso, a usar armas. Pero al crecer, formaba parte de una asociación católica, las Hijas de María de la Medalla Milagrosa, que se ocupaba de formar señoritas para que fueran buenas creyentes, buenas esposas y buenas madres. Los vientos de cambios que sonaban a revolución, le dieron la oportunidad a la muchacha de encontrarse a sí misma”

Pues sí a mí, Amelia Malaquías me daban una formación de hembra para concebir, para ser guardiana de las buenas costumbres y de la religión y de los buenos modales, pero por el otro lado a la Amelia le salía lo Amelio y le gustaban los caballos, las armas, las hembras desde que estábamos en la congregación de las Hijas de María de la Medalla Milagrosa, se me fue formando la idea y las hormonas me dieron la razón a pesar de que la naturaleza me negaba la idea de que fuera uno y no otra, por esa misma razón ya los vientos de cambio mostraban las oportunidades de ajustarse a los mismos y en el 911 pues me afiliaba como tesorera a uno de los clubes anti releccionistas llegando a ser su tesorero o tesorera, pero la verdad es que para entonces ya sabía yo hasta domar caballos y domar a las hembras y no me gustaban las tareas del rancho sino de la carrera militar, no es que me gustara matar o ver la sangre, no pero me llamaba la atención el cambio y por esa razón cuando el general Juan Andreu Almazán pasaba por mi pueblo, por Xochipala, en el estado de Guerrero entendía que no quería ser parte de la Revolución como soldadera, como hembra que alienta a sus hombres a la pelea y le atiende después de los balazos o de las heridas, no, yo quería ser soldado y por eso me vestía de macho, de soldado no solamente por comodidad sino porque así no se metían conmigo los viejos y curtidos soldados que después de las batallas como que les salían los deseos de tomar a las hembras para mostrar que no solamente sabían pelear sino también sabían amar, tomar con pasión y no dejando que se perdieran las oportunidades y así me fui transformando en AMELIO ROBLES que no era solo un nombre sino mi real identidad, la de macho, la de hombre, la de soldado.

así al fragor de las batallas lleno de heridas que contaron más de nueve donde estuve a punto de perder la vida, demostraban que era en realidad un gran militar y por esa razón me destaque en las filas del zapatismo y hay que recordar que Zapata se decía era un enamorado de su patrón el que le daba los caballos y los trajes galanes con los que salía retratado en muchos sitios, así que ahí, en esas filas no se veía tan mal los cambios de hembra a macho o de macho a amante de hombres que se sentían atraídos por los machos machos tan bien plantados como Zapata y otros más que fueron distinguidos en las filas revolucionarias. Y ahí me mantuve desde 1913 hasta 1918 cuando dejé las armas y con Venustiano Carranza me reconocieron el grado de CORONEL. El coronel Aurelio Robles, de Guerrero, bien plantado en su puesto y bien definido en su personalidad, por esa razón no permitía que nadie, sí que nadie me faltara el respeto o me dijera señora o coronela a menos que tuviera el valor de enfrentar la punta de mi pistola en el gogote o en el corazón…

Yo vide muchas cosas, mucha sangre y el olor de pólvora y los gritos y los arranques de los caballos y los estruendo de los cañones, los llantos de las viudas o las mentadas de los machos al perder a sus hembras en la guerra o porque tuvieron la visión de ser más duchas y se fueron con mejores hombres y de mayor grado. Al final de la guerra muchas soldaderas dejaron las armas y los caballos, yo  en cambio cambié hasta de ser hembra a ser macho y ser coronel de la revolución por eso me gustaba que me respetaran y me dijeran coronel y me trataran como tal.

Con el reconocimiento de los méritos y del valor en nuestras fuerzas armadas nadie se atrevió a descalificarme o  se atrevió a atacarme por mi pasado femenino o porque me convertí en varón porque siempre demostré mi hombría y no era un simple cambio de nombre de Amelia a Amelio, no era porque demostré ser un buen soldado al servicio de la patria y me mostraba como todo un caballero, enamorado y atento con las damas tal como lo comenzaban a hacer sus compañeros de armas y allá por el año de 1927 en el diario El Universal aquel que formara DON Félix F. Palavicini, compañero de lucha de Madero, Miguel Gil, el reportero me hizo una larga entrevista y daba cuenta de mi varonía y de cómo como varón me jugaba la vida en el campo de batalla como cualquier soldado que se respetara en esa lucha y así en la misma entrevista el periodista ágil de mente y ágil de vista explica que no “Tenía ni un pedacito femenino” y allá en 1942 la periodista suiza, Gertrude Duby me entrevistaba y decía que  tenía nariz fina, ojos claros y vivos y “una boca de una energía sorprendente con una voz masculina y unos ademanes decididos… y así cambiaron mi acta de nacimiento del 3 de noviembre de 1889 diciendo que era un varón y había recibido el nombre de AMELIO MALAQUÍAS, un gran veterano de la Revolución…con el grado de coronel…