En Opinión: “La discriminación de Susana Harp” por Horacio Corro Espinosa

En las campañas de hace tres años, los prejuicios discriminatorios de los mexicanos estuvieron bastante fuertes contra los candidatos. En las campañas de hoy es al contrario. Algunos candidatos han discriminado a su gente.

Los partidos políticos nos pueden imponer al candidato que a ellos se les antoje para que nos represente en determinado cargo de elección popular, aunque el ciudadano no puede decidir sobre estos.

En ninguna parte del Código Electoral, dice que para ser elegido diputado o senador debe contar con un determinado grado escolar. El mismo caso es para el cargo de presidente de la República.

Si fuera condición que todos los candidatos tuvieran un nivel académico de doctorado o maestría, el espíritu liberal estaría alejado de la democracia.

Y si así fuera, los títulos académicos no servirían de nada, pues con ellos o sin ellos, muchos de nuestros representantes han saqueado al país.

Entonces, por ese lado, sería discriminatorio descalificar a una persona por su profesión, como sucede frecuentemente en las redes sociales. Se puede cuestionar a cualquier persona que aspire a un cargo de elección popular por su pasado oscuro o por cualquier otro motivo que ofenda a la ciudadanía.

Dentro del reglamento Electoral no existe ningún punto que trate sobre el comportamiento que los candidatos deben adquirir con sus electores. Ojalá lo hubiera. Son frecuentes los casos de candidatos que desatan un trato desigual hacia la gente con menos recursos económicos. Estos, muchas veces son tratados como simples objetos a quienes hay que lucir como figuritas de decoración o de compasión, pero atrás de todo eso, hay una buena dosis de manipulación en sus campañas.

En cada discurso político que se echan los candidatos, proliferan los planes a favor de los pueblos indígenas, pero esos propósitos nacen desfondados, pues llevan la ausencia de voluntad política. Para lo único que han servido los indígenas en las campañas, es para botín de intereses ajenos y recipientes de ambiciones políticas.

Lo sorprendente es que hay candidatos que no solo rechazan lo indígena, sino también lo mestizo.

Es el caso de la candidata al Senado de la República, Susana Harp Itarriburria, del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena).

En el evento de apertura de su campaña, la candidata evitó que la gente se le acercara para saludarla, pues un grupo de selectas personas le formaron un círculo con los brazos entrecruzados en torno suyo, para que nadie osara tocarla.

Es probable que esta mujer, apenas se haya dado cuenta que vive en una entidad conformada por indígenas y mestizos, mismos que no tienen derecho a acercarse a ella, solo los que le formaron el círculo, porque ellos, tal vez, no pertenecen a la raza de tercera o cuarta categoría.

La candidata al Senado, evidenció que forma parte de la ideología y mentalidad de una raza que ha nacido, crecido y vivido en el país de la elite.

Susana Harp, seguramente pidió que la protegieran de aquellos olores a recia concentración campesina, aunque su evento, desangelado, apenas si pudo congregar a 250 personas

En el arranque de su campaña, ella marcó la distancia con los campesinos y los hijos de campesinos, ya que el acto, si no fue racista, con su actitud se notó el desprecio hacia un pueblo que lleva en el color de la piel, en su fisonomía, en sus tradiciones y costumbres, la huella innegable de un parentesco del que no puede ni debe avergonzarse.

Ser cantante no le da derecho a tener una conducta abusiva y prepotente, además, con resabios de discriminación.

Después de esto uno se pregunta: ¿cómo se entenderá Susana Harp con Salomón Jara y Benjamín Robles, quienes no son, digamos, muy agraciados físicamente?

 

Twitter:@horaciocorro

Facebook: Horacio Corro

horaciocorro@yahoo.com.mx