Descubren que los gorilas tienen amigos para toda la vida y grandes «fiestas» anuales

Una de las características claves del ser humano es que vive en sociedades complejas, estrechadas por fuertes lazos en los que los individuos se ayudan mutuamente o se transmiten conocimientos. Se suele sugerir que estas sociedades humanas no aparecieron en otros primates, como los gorilas o los chimpancés, porque estos no desarrollaron un «cerebro social» con capacidad para tan complejas interacciones.

Sin embargo, un estudio que se acaba de publicar en Proceedings of the Royal Society B ha concluido que los gorilas tienen sociedades mucho más complejas de lo que se pensaba hasta ahora, con amistades que duran toda la vida y que se forman incluso entre animales que no son parientes. También celebran grandes reuniones anuales y hay grupos de solteros o núcleos familiares de varios tamaños. Según han concluido los autores, las sociedades de los gorilas no solo guardan un notable paralelismo con las que se forman en sociedades humanas tradicionales, sino que su existencia sugiere que los orígenes de nuestros sistemas sociales se remontan al ancestro común de humanos y gorilas. «Para los gorilas, lo más importante es que hemos mostrado que tienen preferencias sociales a largo plazo, similares a las amistades de los humanos, no solo dentro de familias, sino también entre ellas, y que estas preferencias tienen las misma estructura que vemos en los humanos», ha explicado a ABC Robin Morrison, directora de la investigación y antropóloga de la Universidad de Cambridge (Reino Unido). «Para los humanos, lo más importante es que esto sugiere que nuestra propia estructura social tiene unas raíces evolutivas mucho más tempranas de lo que se pensaba hasta ahora, y que es algo que compartimos con nuestros parientes evolutivos más cercanos».

Los investigadores estuvieron seis años recogiendo datos en dos puntos de muestreo situados en la República del Congo, donde los científicos recogieron las interacciones sociales de cientos de ejemplares de gorila occidental de las llanuras (Gorilla gorilla gorilla), que viven en zonas boscosas. «Estudiar las vidas sociales de los gorilas puede ser complicado», ha dicho Morrison. «Estos animales pasan la mayor parte de su tiempo en el bosque denso, y les puede llevar años habituarse a los humanos». Cuando por fin comienzan a tolerar la presencia y el olor de los humanos, es posible verlos en los claros pantanosos, donde se alimentan de vegetación acuática. Ha sido allí, sobre todo en el claro de Mbeli Bai, en el Parque Nacional de Nouabale-Ndoki, donde los investigadores, encaramados a plataformas de vigilancia, pudieron registrar sus hábitos, del amanecer al atardecer, durante muchos años.

Según ha explicado Morrison, observarlos es tremendamente interesante, porque siempre se están comunicando y porque además lo hacen de una forma muy sutil: «Además, los encuentro fascinantes, porque son bastante grandes y fuertes y, sin embargo, normalmente increíblemente amables y pacíficos, así que creo que tenemos mucho que aprender de ellos». Curiosamente, en algunos aspectos resultan bastante familiares. Morrison ha visto machos dominantes cuidando solos de las crías, cuando las hembras se ausentaron, o grupos de gorilas a los que les gustaba reunirse en un mismo momento para mezclarse y socializar.

También vio cómo un pequeño gorila se acercó a un mono colobo y ambos se miraron fijamente durante un buen rato, o cómo un gran macho espalda plateada pareció asustarse cuando un pájaro se posó en su cabeza. Gracias a este paciente trabajo de observación, los investigadores han podido presenciar la «intrahistoria» de las pequeñas familias de gorilas, formadas por un macho dominante y varias hembras junto a sus crías, o las evoluciones de los machos solteros. Todo ello ha requerido muchos años de trabajo de muchos investigadores, y grandes dosis de cooperación y colaboración: «La amistad es importante a la hora de estudiar la evolución de la amistad», ha comentado Morrison.

Las observaciones de Morrison, junto los datos recogidos durante 20 años por la Wildlife Conservation Society, se emplearon para revelar los patrones de interacción entre las familias y los individuos por medio de algoritmos estadísticos. Familias extensas, tribus y viejas amistades A través del análisis de la frecuencia y la duración de las asociaciones formadas entres los individuos, el equipo de Robin Morrison descubrió la existencia de capas sociales desconocidas: además de la familia inmediata, existe un grupo de «regulares», formado por unos 13 gorilas, que a Morrison le recuerdan mucho a una familia extensa típica de sociedades tradicionales humanas, en las que madres, padres y crías se asocian con tíos, abuelos y primos. Además de esto, halló otro grupo, formado por unos 39 gorilas, similar a un agregado humano en el que los individuos comparten tiempo sin estar necesariamente vinculados de forma estrecha. Esto es «algo análogo a una tribu o un pequeño asentamiento», en opinión de Morrison.

También averiguó que el 80% de las asociaciones estrechas entre machos dominantes, espaldas plateadas, se establecen en animales no relacionados o relacionados de forma lejana (más allá de medio hermanos). Esto ocurre en parte porque la mayoría de las hembras pasan su vida en varios grupos, junto a sus crías, lo que permite que los machos formen lazos similares a los de hermanastros, «que pueden llevar a las asociaciones que vemos cuando son adultos», según la investigadora, y que le recuerdan a viejas amistades. Además, los machos solitarios forman en ocasiones grupos de solteros en los que también se establecen importante lazos. Aparte de todo esto, los investigadores observaron que se celebran grandes reuniones anuales y que se forman en torno a la comida, aunque los científicos han dicho que son tan infrecuentes que les resulta difícil extraer conclusiones certeras sobre ellas.

El origen de la sociedad compleja Para la investigadora, todos estos lazos garantizan que en el grupo haya la colaboración y la enseñanza necesarias para saber cómo recolectar comida o en qué lugares se encuentra. También ha señalado que ocurre algo similar en animales que se alimentan de fuentes de comida dispersas, como elefantes, babuinos o delfines. Los chimpancés tienen un modo diferente de vivir en sociedad, porque forman pequeños grupos territoriales que establecen alianzas o que se enfrentan a sus vecinos de forma esporádica.

Según Morrison, el hecho de que los chimpancés no tengan estas complejas sociedades, aunque compartan su ancestro común con gorilas y humanos, indica, sencillamente, que estos animales no desarrollaron esta complejidad social. «Si bien es cierto que las sociedades de primates son muy variadas, podemos ver una estructura subyacente en gorilas que probablemente estuvo presente antes de que nuestras especies divergieran», ha sugerido Morrison.

Esta estructura «encaja sorprendentemente bien como modelo de evolución social humana». Además de ayudarnos a comprender los orígenes de la sociedad humana, en opinión de Robin Morrison estos avances muestran cómo los gorilas, unos animales amenazados,«son profundamente inteligentes y sofisticados y que los humanos quizás no somos tan especiales como nos gusta pensar». A continuación, esta investigadora trabajará con el Fondo Dian Fossey, en Ruanda, que ha estudiado el comportamiento de los gorilas durante 50 años, para seguir respondiendo a preguntas esenciales sobre la evolución social, la evolución de la amistad y la cooperación, así como la dispersión de enfermedades durante estas interacciones.