Ansiedad: lo que sí y lo que no debes comer para calmarte

La ansiedad es un problema complejo que puede incluso a llegar a limitar el día a día de una persona y llevarle a necesitar un tratamiento psicológico.

A pesar de que no es posible «curar» la ansiedad a través de los cambios alimentarios lo cierto es que lo que comemos pueda ayudar a controlar ese trastorno, según explica Sandra Sumalla, dietista-nutricionista y decana de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Europea del Atlántico. Los patrones alimentarios ricos en alimentos vegetales están relacionados con una mejor salud mental y un menor riesgo de desarrollar trastornos como la ansiedad a largo plazo.

Por eso la experta, más que aconsejar consumir alimentos concretos recomienda seguir una alimentación saludable que incluya frutas, verduras, alimentos ricos en hidratos de carbono complejos (pasta integral, arroz integral, legumbres…) y alimentos proteicos saludables (pescados, carnes magras, legumbres y huevos). Además de primar los vegetales en la dieta también es importante evitar los excitantes como el café, el té, las bebidas o refrescos con cafeína y el alcohol, pues todos ellos influyen de forma negativa en las personas con ansiedad. Asimismo, la decana recomienda reducir el consumo de alimentos ricos en azúcares.

Algunas de las estrategias que pueden ayudar a eliminar del día a día los alimentos que favorecen la ansiedad son, según revela Sandra Sumalla, planificar las comidas, practicar actividad física a diario, descansar correctamente e iniciarse en las técnicas de relajación y meditación.

El hambre emocional, asociada a la ansiedad Otra problemática en torno a este tema es el hecho de que muchas personas tengan como costumbre el uso de la alimentación para calmar su ansiedad. En estos casos estas personas viven episodios de «hambre emocional» y usan los alimentos a modo de ansiolíticos. La experta explica que es importante distinguir el hambre «real» de la emocional y que una de las claves para ello es que la segunda suele asociarse especialmente a la ingesta de alimentos ricos en azúcares y grasas.

Elisa Escorihuela, autora del blog de ABC Bienestar «Aula de nutrición» ha revelado algunas de las claves para diferenciar el hambre emocional del hambre física que coinciden además con algunas de las que explica la experta en «mindful eating» Laia Solé en su libro «Adiós al hambre emocional». Son estas: Hambre física Es una sensación corporal localizada en el estómago que se puede presentar en forma de queja sonora o sensación de vacío en la tripa. O en casos más llamativos con reacciones fisiológicas como cansancio, cefaleas o falta de concentración. Es progresiva y paciente.

El estómago va enviando señales de aviso, pero puede esperar a que se acabe de cocinar la comida, a que el camarero sirva el plato o a lo que sea necesario Si tu hambre es real, cualquier opción de comida te parecerá bien porque lo que tu cuerpo necesita es energía Se satisface con comida y cuando estás confortablemente lleno dejas de comer, te sientes satisfecho hambre emocional Es más difusa, no está tan localizada en una parte concreta del cuerpo y puede sentirse en forma de ansiedad o vacío general Es repentina, quiere ser satisfecha de inmediato, rápido y sin control.

Y si no comes justo cuando aparece, tu ansiedad aumenta y te pones irritable. si tienes hambre emocional, no te satisface cualquier cosa, sino que tienes antojo por alimentos de confort (ricos en azúcar, en grasa no saludable o en sal) Nunca te sientes saciado, no puedes parar de comer porque si lo que te llevó a comer no fue el hambre real, tampoco la saciedad hará que pares de comer