



- Continúan las reacciones negativas y comentarios negativos arrazando en las redes sociales del Gobierno de México y de Claudia Sheinbaum Pardo.
- Las redes sociales no mienten: hoy el enojo y la desconfianza hacia el gobierno se sienten más fuertes que nunca. El asesinato del alcalde Carlos Manzo encendió una chispa que desnudó una fractura profunda: la distancia entre lo que el gobierno dice y lo que la gente siente.
Por Wilfrido Hernández Cardozo
Las redes sociales se han convertido nuevamente en un termómetro del ánimo social. Desde el asesinato del alcalde Carlos Manzo, las plataformas del Gobierno de México y de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo han sido inundadas por una oleada de comentarios críticos, reclamos y desconfianza. El hecho no solo ha provocado indignación, sino que ha reavivado un debate de fondo: la distancia entre el discurso oficial y el sentir ciudadano.
La ciudadanía, con razón, exige respuestas claras, acciones concretas y empatía frente a los hechos de violencia que persisten en el país. En redes, muchos expresan frustración ante lo que perciben como un gobierno más enfocado en mantener el control narrativo que en escuchar el descontento real. Otros, en cambio, defienden que los esfuerzos institucionales por atender la inseguridad requieren tiempo y que los ataques digitales muchas veces desvirtúan la complejidad del problema.
En medio de este escenario polarizado, la directora de Comunicación Social de la Presidencia, Paulina Silva Rodríguez, enfrenta un reto decisivo: reconstruir la relación entre gobierno y sociedad desde la credibilidad. Ya no basta con emitir mensajes o controlar daños; la nueva comunicación pública debe ser más cercana, responsable y humana, capaz de reconocer errores sin debilitar al Estado, y de generar empatía sin caer en la simulación.
El gobierno, por su parte, necesita comprender que la narrativa de éxito o estabilidad no convence cuando la realidad cotidiana desmiente los mensajes. Y la sociedad, por otro lado, debe asumir también un papel activo y crítico, pero constructivo: exigir con firmeza, sí, pero sin convertir el espacio público digital en una trinchera de odio.
El asesinato de un alcalde no solo es un hecho trágico: es un recordatorio del contexto de vulnerabilidad que aún enfrentan muchas autoridades locales. En ese sentido, el reto del gobierno no es únicamente de seguridad, sino de legitimidad. De nada sirve reforzar las instituciones si la ciudadanía no confía en ellas.
El poder suele temer al ruido, pero a veces el silencio ciudadano es más peligroso. La desconfianza no se combate con propaganda, sino con verdad. Si el gobierno quiere recuperar legitimidad, deberá escuchar antes de hablar, reconocer antes de justificar, y empatizar antes de imponer.
Y también la ciudadanía tiene un papel que cumplir. Ser críticos no significa ser destructivos. En una era donde la desinformación se disfraza de opinión, la responsabilidad de exigir con verdad es tan importante como la de gobernar con coherencia.
México vive una transición en su forma de comunicar. No basta con tener razón; hay que saber escuchar la razón de los demás. Ese será, quizás, el verdadero reto político del presente sexenio.
La comunicación política del siglo XXI no puede seguir siendo vertical. Es diálogo o no es comunicación. Lo que hoy está en juego no es solo la imagen del gobierno, sino la posibilidad de reconstruir un vínculo social fracturado por la violencia, la desinformación y la desconfianza.









