“En cada olla de barro está el embrión de una cultura posible»: José Luis García

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Con la exposición Cuando las nubes besan la tierra en el Centro Cultural San Pablo, el Taller de Artes y Oficios Polvo de Agua del pintor José Luis García muestra 16 años de trabajo y evolución

Oaxaca de Juárez, Oax.- El maestro José Luis García, artista de Huajuapan, creó el Taller de Artes y Oficios Polvo de Agua como un camino para evitar la migración de los pobladores de la Mixteca: darles una oportunidad de tener un oficio con el que no sólo ganarse la vida, sino también tener proyección social y trabajo en comunidad.

Los integrantes de Polvo de Agua producen piezas únicas de barro y de palma. En este proyecto trabajan sobre todo mujeres, quienes utilizan tierras de colores para pintar sus obras, después las bruñen con piedra de pedernal o cuarzo y, por último, las meten al horno. El taller produce también tapetes, canastas y carpetas a partir de las fibras mixtecas.

El artista nos cuenta que esta exposición “habla del proceso de trabajo, de disciplina, de amor al oficio”. Aunque pudieran parecer trabajos muy diferentes, artes populares opuestas, el trabajo del barro y la palma son dos complementos perfectos: con el barro tenemos la tierra y el agua; con la palma se añaden el aire y el cielo, que es hacia donde crece este tejido.

En esta exposición, afirma el artista, “se habla de una línea en el tiempo: presentamos las primeras piezas que hicimos. Esto es la madre y es el comienzo de esta locura en la que permanecemos después 16 años y hemos conquistado espacios”.

Ahora, tras estos años de trabajo, los componentes de este grupo hacen recuento de su trabajo y lo repiensan para llegar a la conclusión de que lo que tienen hacer es reinventarse: “Si nosotros no nos recreamos, perdemos el valor con lo que hacemos. Y no solamente hay que trabajar la parte artesanal. Hay que aspirar a algo más que eso. Tenemos que pensar en usar el diseño. Si no usamos el diseño y no nos damos cuenta de lo que nos rodea, de que el mundo está más allá de nuestros montes y nuestros ríos… El mundo se mueve, por consiguiente nosotros, si no nos movemos también, si no nos recreamos, nos quedamos como el agua. Si al agua no le entra oxígeno, si no llega nueva agua, se echa a perder y nosotros tenemos que hacer eso”. De esta forma ahora, en sus creaciones, incluyen nuevos diseños, en la palma, y materiales en el caso del barro.

Durante la inauguración de Cuando las nubes besan la tierra, José Luis García estuvo acompañado de alguno de las artistas que trabajan con él en Polvo de Agua. También lo arroparon Alfredo Harp Helú, presidente vitalicio de la fundación a la que da nombre en Oaxaca, y la presidenta de esta, María Isabel Grañén Porrúa. Para esta última, las obras en sí son relevantes porque detrás de cada una hay «una persona, una familia y eso es lo más importante». Por su parte, Alfredo Harp destacó la importancia de los proyectos productivos en los que se juntan varias personas y, en el caso de Polvo de Agua, agradeció a José Luis García que regresara a su tierra a apoyar a los artesanos.

Cuando José Luis García habló, destacó no sólo el trabajo hecho, sino la transmisión de las culturas a través del arte, en cada olla de barro, donde «están los embriones de una cultura posible».

Delfa José Pérez, tejedora de palma

El día de la inauguración Delfa José Pérez no se quiso perder nada. Desde temprano estaba lista, con su hermano Bernabé. Cuenta que conoció al maestro José Luis hace diez años, cuando ella vendía tortillas en la carretera en Juxtlahuaca, y que le dijo: “¡Ay, a estas mujeres se ve que les gusta trabajar y ganarse el dinero honradamente, las voy a invitar”. Y claro que las invitó. Con el inevitable miedo inicial ante lo desconocido, ante los ¿sabré hacer?, y que “estaba indecisa porque yo llevaba mi hogar, cuidando a mi hermano es discapacitado, a mí papá, que en paz descanse”, poco a poco se atrevió.

Antes de que todo empezara, su padre les dijo, a Delfa y Bernabé: “Miren, hijos, sólo una cosa. Ustedes se comprometen a ser responsables de lo que están hablando ahorita. Quiero que nunca falten a su palabra, que sean unas personas cumplidas, me gustaría que ustedes lo sean. A mí no me gustaría que le día de mañana ustedes estuvieran quedando mal. ¡Y todavía mi papá le dijo al maestro, y quién me va a hacer mi comida!”.

Ahora, diez años después, Delfa José Pérez dice que está muy contenta porque, además del ingreso económico, “en nuestra comunidad ya no hay desempleo. Yo, de ser ama de casa, de vender tortillas a la carretera, ahora ya no hay necesidad de irse a asolearse, de a veces regresar con la mercancía. Ahora estás en una sombra, con un techo, tejiendo, escuchando música, imaginando cómo vas a terminar el trabajo. Ha cambiado muy drástico, muy bonito, para bien”.