En Opinión: ¡Descanse, Presidente, es urgente que lo haga! por Ángel Verdugo

La actividad exagerada, que lejos de ser planificada y con los detalles de índole diversa debidamente controlados, es ejemplo de anarquía; además, no deja espacio para otra cosa que el exhibicionismo del que vive para los reflectores y ser él, siempre él, el centro de todo.

Una práctica común en los gobernantes populistas es parecer y aparecer incansables; verse y ser visto permanentemente en actividad, con miras a convencer a millones de ingenuos que, babeantes e hipnotizados juran y perjuran que éste, al que le entregaron su voto, les cumplirá lo prometido, es toda una obsesión.

No falta entre aquellos demagogos, el que afirme fuera de sí, que tendrá un sexenio de doce años. Es tal su obsesión para que lo vean como incansable sin considerar su estado de salud, que desprecia cualquier recomendación médica o la petición al respecto de algún miembro de su familia.

Llega a decir, en el colmo de la visión egocéntrica que tiene de sí mismo —al presentarse como el nuevo salvador de su pueblo, siempre oprimido por los integrantes de organizaciones fantasmales creadas por su mente calenturienta que a veces raya en la insania—, que ya no se pertenece, que ya no es él porque ahora pertenece al pueblo.

Esta visión de sí mismo aunada a su gobierno que las más de las veces se debate en el caos y la ineficiencia, se agudiza a medida que el tiempo avanza y los resultados prometidos por ningún lado aparecen; la desesperación por la carencia de resultados y las torpezas de los integrantes de equipo, empiezan a ser advertidas por grupos amplios de la sociedad.

Estos, dada su ignorancia del funcionamiento de la economía, dispuestos siempre a creer lo que el populista promete por encima de la realidad, creyeron en el milagro de que no pocos de los males y problemas enfrentados serían resueltos en cuanto aquél tomare posesión.

Sin embargo, la realidad termina por imponerse; el siempre activo e incansable empieza a fatigarse, lo que es hoy más que evidente. En cada aparición pública se ven ya, más claramente, las fallas en su lenguaje; también, cada vez le cuesta más trabajo concentrarse y coordinar las palabras para pronunciar una frase coherente y lo peor, las lagunas mentales y enmudecimientos cada día duran más y son más frecuentes.

La actividad exagerada, que lejos de ser planificada y con los detalles de índole diversa debidamente controlados, es ejemplo de anarquía; además, no deja espacio para otra cosa que el exhibicionismo del que vive para los reflectores y ser él, siempre él, el centro de todo.

En pocas palabras, estos gobernantes viajan mucho y se exhiben más; al mismo tiempo pontifican acerca de todo, con la seguridad que únicamente la ignorancia total puede dar. Viven, para decirlo claro, en una realidad aparte. Hacen todo eso y más, pero jamás gobiernan; lucen activos sin concretar algo, y llenan los espacios vacíos con otro vacío, el suyo, y con su caótica forma de conducirse en lo que pretende ser su gobernación.

Hoy y aquí, nuestro gobernante sigue los pasos de los que antes hicieron lo mismo: Perón, los Castro y Echeverría para no ir más lejos. Su gobernación es de cartón; es escenografía que arropa y da cuerpo a una obra teatral donde, el populista es el actor principal y único pues él es el reparto, nadie más. Incluso, por si quedare alguna duda, es el director y el libretista, el escenógrafo y el de la tramoya, y para no dejar cabos sueltos, es el taquillero y el acomodador de los asistentes a ver su obra de teatro, su gobernación.

Si conducirse así en la gobernación fuere una enfermedad, ésta sería incurable. ¿Quedaría entonces algo por hacer ante una gobernación así, y un gobernante así? Pienso que no; es más, sería ocioso intentar corregir lo que era ya, al poco tiempo de comenzado su gobierno, más que evidente: un gravísimo error elegirlo.

Hoy, cuando las limitaciones de nuestro gobernante van más allá de lo propiamente físico para dejarse ver y sentir en una reducida capacidad analítica, el reposo absoluto —físico y mental—, es lo recomendable. Además, dado que estamos en la Semana Mayor cuando se escenifica en Iztapalapa la Pasión de Cristo, ante sus intenciones de ser el Cristo para mostrar así que es El Salvador de México, por ningún motivo debería permitírsele tal exceso.

Sé que millones de babeantes e hipnotizados seguidores quisieren verlo representar ese papel, pero para ello deberán esperar a la Semana Mayor del año 2025.

Días complicados enfrentamos hoy, y más complicados serán los que enfrentaremos las próximas semanas; mucho está en juego para que López ponga en riesgo, irresponsablemente, su débil integridad física y su estado mental.