En Opinión: «La ausencia de un “rey filósofo”» por Dolia Estévez


“Para el mandatario estadounidense tampoco hay tabúes. Desde los primeros días de su mandato dejó claro que si fuera necesario no vacilará en usar la fuerza militar contra los bad hombres en México. Hasta ahora, el destinatario de sus amagos ha sido México en general no López Obrador”. Foto: Especial, Cuartoscuro

WASHINGTON, D.C.— En La República, Platón pone en boca de Sócrates el siguiente pasaje: “No habrá… disminución de los males que desuelan los Estados, ni siquiera de los que afectan al género humano, a menos que los filósofos sean reyes de los Estados, o que los que ahora se dicen reyes y soberanos pasen a ser verdaderos y serios filósofos…”. Todas las mañanas Andrés Manuel López Obrador nos recuerda que no aspira a la sabiduría de un “rey filósofo”. Elude asuntos complejos de política exterior o sucesos diarios que afectan a México y al mundo. No le interesan. Durante la semana se le pidió opinar sobre una declaración de Barack Obama en Madrid. Respondió con un soliloquio sobre las virtudes del beisbol.

Un diplomático estadounidense me dijo que no domina los temas de la agenda binacional. Es difícil saber si sabe que bajo Trump las reglas y códigos del pasado ya no aplican. Que hay borrón y cuenta nueva en el marcador de la relación México-Estados Unidos. Que ya no existe la política de Estado que valoraba la estabilidad interna y el bienestar económico de México como factores de seguridad nacional independientemente de la afiliación partidista del inquilino de la Casa Blanca. Y que también desapareció el entendido tácito de apostar a la convivencia; de maximizar coincidencias y minimizar diferencias, y de evitar que discrepancias en un tema intoxiquen el resto de la agenda.

Tras la negociación del Tratado de Libre Comercio en los noventa, México y Estados Unidos acordaron “compartemizar” la agenda de tal suerte que los desacuerdos sobre migración y frontera, por ejemplo, no afectaran el buen cause de otros temas. Las grandes tensiones por la fuga de “El Chapo” y por la emboscada de agentes de la CIA durante el Gobierno de Felipe Calderón no paralizaron el intercambio comercial ni la cooperación sobre migración. Trump abolió ese entendido. La semana pasada, en un tuit que dejó boquiabierta a los conocedores de la relación, Trump metió en el mismo costal los problemas sobre migración, frontera, comercio y narcotráfico para darle mayor validez a sus amenazas de cerrar la frontera.

Para el mandatario estadounidense tampoco hay tabúes. Desde los primeros días de su mandato dejó claro que si fuera necesario no vacilará en usar la fuerza militar contra los bad hombres en México. Hasta ahora, el destinatario de sus amagos ha sido México en general no López Obrador. Sin embargo, no hay garantía de que siempre será así. Un día de estos explota y descarga su furia tuitera contra López Obrador como acaba de hacerlo contra Iván Duque de Colombia, presuntamente su mejor amigo en Latinoamérica. De la noche a la mañana, Duque pasó de ser “realmente un buen tipo” a facilitador del auge de la droga y de los intentos de “asesinos” colombianos que buscan ingresar a Estados Unidos.

No bromea Marcelo Ebrard cuando dice que lidiar con Estados Unidos es “muy difícil” (El País 09/04/2019). Trump es colérico, impredecible, mentiroso, hipócrita y altanero.

Ofende y ataca sin piedad. La crueldad contra los migrantes–algo no visto en Estados Unidos desde el confinamiento de japoneses en la II Guerra Mundial–definirá su intento reeleccionista. No va a moderar su retórica. Lo que hemos visto hasta ahora será un paseo de campo en comparación.

Trump está allanando el camino para dar un golpe de timón a favor de Stephen Miller, arquitecto de la fallida política de “tolerancia cero” e impulsor de una despiadada practica conocida como la “opción binaria”, es decir, obligar al migrante a tener que elegir entre permanecer unido con sus hijos en la cárcel o separase de ellos (Univisión, 10/04/2019). El domingo, Trump despidió a la responsable de ejecutar sus políticas antiinmigrantes porque consideró que no era suficientemente cruel. La purga interna de los menos crueles apenas empieza.

Unos días antes amenazó con cerrar la frontera e imponer tarifas a los automóviles mexicanos si, en un año, el Gobierno de AMLO no acaba con el narcotráfico y frena el flujo migratorio. Para entonces, la campaña presidencial en la que buscará reelegirse estará al rojo vivo. La frontera, el muro, la migración y el comercio serán las piñatas electorales que golpeará sin tregua para enloquecer a sus electores. ¿Está preparado México para el tsunami que se viene? ¿Bastará la postura de “coexistencia” y “cohabitación” de la que habla Ebrard?

Permanecer callados o emitir tímidos desmentidos sobre temas específicos no es estrategia. Es nadar de muertito. Tampoco se puede depender sólo de los contrapesos en Estados Unidos—las cortes y el Congreso—cuyos fallos contra las inhumanas y posiblemente ilegales políticas migratorias de Trump favorecen indirectamente a México. Los contrapesos complementan no sustituyen la diplomacia mexicana.

Por todo lo anterior, reitero mi propuesta de junio pasado de formar un brain trust integrado por diplomáticos, académicos, historiadores, filósofos, politólogos y gringólogos. Un grupo incluyente cuya meta sea producir estrategias políticas creativas y viables. México cuenta con un rico acervo de eruditos que pueden ayudar a guiar al renegado “rey filósofo” para encarar el complicado transe por el que atraviesa la relación más importante que tenemos en el mundo.

Twitter: @DoliaEstevez