En Opinión: “COVID19, derrota al capitalismo neoliberal y al nacionalpopulismo” por Alfredo Martínez de Aguilar

* La inteligencia humana no tiene límites al igual que la fe en Dios, el optimismo informado y realista, y la adaptación al cambio. La pandemia del coronavirus y de la brutal violencia, son dolores del parto de la madre Tierra hacia un nuevo mundo.
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Obliga a buscar la utópica tercera vía, el retorno a la solidaridad y subsidiariedad. Espíritu de respeto y servicio del Tequio y la Guelaguetza. El milagro de la multiplicación de panes y peces. “El todo es mayor que la suma de las partes”, aristotélico.

En su eterna dinámica dialéctica, la Ley de los Contrarios, máxima ley del Universo, parirá pronto un mundo nuevo, posiblemente mejor, después de la pandemia del coronavirus COVID-19.

Este nuevo flagelo global es la reencarnación postmoderna, metafórica, de los devastadores cuatro jinetes del Apocalipsis. Empezamos a cosechar lo que hemos sembrado: destruir el planeta.

La inteligencia humana no tiene límites al igual que la fe en Dios y el optimismo informado y realista. La pandemia y brutal violencia, son dolores del parto de un nuevo mundo de la madre Tierra.

Que el nuevo mundo por nacer sea mejor o peor que el que vivimos dependerá de todos los seres humanos que sobrevivan. Seguramente millones morirán para que otros tantos sobrevivan.

Esta es una certeza plena. Una verdad axiomática que no necesita demostración alguna. Entre el 40% y el 70% de la población mundial resultará afectada por el coronavirus COVID-19.

El profesor-investigador en epidemiología de la universidad de Harvard Marc Lipsitch aseguró que la pandemia del coronavirus podría llegar a infectar a la mayoría  de la población mundial.

Afortunadamente, Lipsitch aclaró, enfático, que muchos de los potenciales casos serían leves o asintomáticos. Dijo al Wall Street Journal ignorar “qué porcentaje de ellos será sintomático”.

La predicción fue replicada por otros expertos. Ira Longini, asesor de la Organización Mundial de la Salud (OMS), anticipó que la cifra podría llegar a los dos tercios de la población mundial.

Si cada infectado contagia un promedio de 2.5 personas, el COVID-19 podría afectar a 60% u 80% de la población global, dijo Gabriel Leung, jefe de medicina de la universidad de Hong Kong.

Sin perder el optimismo, la capacidad de asombro y de adaptación al cambio, observamos que el COVID-19 derrota la soberbia del capitalismo neoliberal y del nacionalpopulismo socialista.

Es de lamentar que, dolorosamente, quienes pagarán un alto costo serán como siempre los desheredados de la tierra, millones de pobres integrantes del pueblo bueno y sabio.

Los hijos de los hijos del pueblo, indígenas, campesinos, habitantes de colonias marginadas, ya mueren en México y Venezuela por la crisis humanitaria, derivada de la falta de medicamentos.

Poco o nada pueden hacer los imperios globales de izquierda y derecha o eufemísticamente socialdemócratas. Da lo mismo que se ubiquen en Asia, Norteamérica, Europa o en Rusia.

Todos los pueblos desgobernados por neoliberales que preconizan la libertad de mercado o socialistas-comunistas que abanderan la irreal justicia e igualdad, son frágiles y vulnerables.

Sin alegrarnos ni menos desear mal a nadie, Dios guarde la hora de semejante atrevimiento.

Los poderosos política y económicamente del primer mundo global también enferman y mueren al igual que los pobres y marginados de los países subdesarrollados, excluidos y rezagados.

El COVID-19, es demócrata. Afecta a todos sin distingos. Obliga a buscar la anhelada tercera vía entre capitalismo y comunismo, hermanos bastardos, injustos, explotadores y esclavizantes.

La utópica tercera vía, no es otra que el indispensable justo retorno al máximo mandamiento: Ama a tu prójimo como a ti mismo, a través de la solidaridad, fraternidad y subsidiariedad humanas.

Solo así lograremos “tocar fondo”, salir a flote y renacer personal y socialmente, para sobrevivir en medio del caos de la salud y la brutal violencia, por la creciente corrupción e impunidad.

Espíritu de respeto y servicio del Tequio y Guelaguetza. Efecto multiplicador del milagro de la replicación de panes y peces. “El todo es mayor que la suma de las partes”, aristotélico.

Con Aristóteles y los jesuitas aprendimos en Ética a Nicómaco, VI, el concepto de «justo medio» del “aurea mediocritas” y su definitiva configuración intelectual, reelaborada por Santo Tomás en el medievo, no tan oscurantista como se nos ha hecho creer para manipular la conciencia colectiva.

“Auream quisquis mediocritatem / diligit, tutus caret obsoleti / sordibus tecti, caret invidenda / sobrius aula”.

El que se contenta con su dorada medianía / no padece intranquilo las miserias de un techo que se desmorona, / ni habita palacios fastuosos / que provoquen a la envidia. Una traducción alternativa más, recomienda, por su parte:

«Más rectamente vivirás, Licinio, / si no navegas siempre por alta mar, / ni, mientras cauto temes las tormentas, / costeas el abrupto litoral. / Todo el que ama una áurea medianía / carece, libre de temor, de la miseria / de un techo vulgar; carece también, / sobrio, de un palacio envidiable».

El estereotipo más importante es, sin duda, el de la aurea mediocritas, fundado en la vieja idea griega del «justo medio», que en el Gorgias platónico (57 A y ss.) aparece ligado a la justicia, y en Aristóteles (Ética a Nicómaco, VI) a la virtud.

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