CERESO de Piedras Negras era centro de operaciones de los Zetas


Salón de fiestas, campo de exterminio de rivales, venta de drogas y extorsión.

Para salón de fiestas, campo de exterminio de rivales, venta de drogas y extorsión, era utilizado el Centro de Rehabilitación Social (CERESO) de Piedras Negras por los Zetas en el estado de Coahuila durante 2011.

Esta información es el resultado de 119 declaraciones pertenecientes a 11 zetas, 49 internos, 21 custodios y 18 empleados del penal, quienes colaboraron en la investigación «El Yugo Zeta», realizada por los investigadores Sergio Aguayo y Jacobo Dayán, de acuerdo con el portal Animal Político.

El CERESO de Piedras Negras que, además era subsidiado por el gobierno federal y estatal -quienes, por cierto, sabían lo que ocurría en el interior-, era el centro de operación de los zetas.

Al interior de lo que debiera ser un centro de readaptación social, intees de dicho grupo cobraban por el uso de celdas; se encargaban de la venta de drogas, algunos alimentos y bebidas; servía como escondite durante los operativos de federales; era un taller para instalar compartimentos en los automóviles en los que se transportaba droga a Estados Unidos; hacían el reclutamiento de sicarios; desaparecían cadáveres; mantenían a personas secuestradas en el exterior y era utilizado como casa de seguridad.

De acuerdo con la investigación, el encargado de las operaciones era el «Jefe de Cárcel», quien tenía 92 colaboradores que «eran sus mandaderos, sus brazos ejecutores, sus oídos y ojos».

El Jefe de Cárcel admitió «yo me encargaba de manejar la plaza adentro del penal para que todo estuviera tranquilo y que funcionara bien la venta de drogas entre los internos».

Los días del Jefe de Cárcel eran como el de cualquier otro hombre con una vida normal, «cantaba karaoke; organizaba a los equipos de beisbol y futbol de la cárcel y patrocinaba sus uniformes; salía por la mañana del CERESO para tomar café y leer los periódicos, comer por la tarde en un buen restaurante y regresar a su celda en la noche».

Sin embargo, también tenía actividades ilícitas pese a purgar una sentencia en el CERESO por delitos cometidos cuando «estaba en libertad»: seleccionaba a las mujeres familiares de los internos para tener relaciones sexuales, disparaba por diversión a los custodios de las torres de vigilancia y golpeaba a los reos homosexuales.

En cuanto a los internos que no formaban parte de las zetas, eran golpeados y torturados; uno de los presos comentó: «Con una tabla de madera y bats de aluminio les pegaba a los internos en los glúteos». Según la publicación de Animal Político, esta costumbre viene de los ritos de iniciación en colegios militares y probablemente de ahí lo tomaron los ex militares que fundaron los Zetas.

Para mantener bajo control a los reos, les suministraban droga y de esta manera, los volvían adictos. Si cometían alguna infracción, eran llevados al área de máxima seguridad del penal conocida como el monte, donde también mantenían encerrados a los secuestrados mientras negociaban el rescate, explicó un interno en sus declaraciones.

Otra de las zonas del penal era utilizada para ejecuciones y desapariciones de cuerpos de las personas asesinadas, las cuales eran incineradas, ya fuera de cuerpo completo o desmembrados para después tirar las cenizas en el río San Rodrigo a la altura del Ejido El Moral en la Carretera Piedras Negras-Acuña.

Para que ninguno de los internos se acercara a la zona donde otros trabajaban en la desaparición de cuerpos, los custodios bajaban de las torres para encerrar a los reos en sus módulos.

Además de los custodios del CERESO, los zetas también controlaban a los policías municipales del Norte de Coahuila, quienes se convertían en sus cómplices o testigos mudos por miedo o por más dinero.

Además de violencia, abusos, muerte y corrupción; los Zetas también organizaban grandes fiestas con música y mujeres a las que acudían los jefes grandes. «La fiesta podía durar todo el día y toda la noche y en algunas ocasiones llevaban vacas y las mataban adentro del penal para darle de comer a toda la raza», relató uno de los reclusos.