En Opinión: «Fracaso olímpico mexicano» por Leonardo Kourchenko

No es un problema nuevo, con dolorosa franqueza lo venimos arrastrando hace 50 años.

No es un problema nuevo, con dolorosa franqueza lo venimos arrastrando hace 50 años. Funcionarios y atletas han ido y venido, encabezado programas, fundado organismos, recibido miles de millones en presupuestos desperdiciados, y lo cierto es que no somos capaces de desarrollar atletas competitivos de alto nivel.

Lugar 84 en Tokio, con unas honrosas cuatro medallas de bronce. Nada más.

Se acabaron las platas y ya ni hablar de algún oro.

México ha sido incapaz de construir un modelo deportivo que impulse y desarrolle carreras de alto rendimiento.

Ahí tiene usted a la impresentable Ana Guevara, con sueños de política –o mejor de empresaria, porque salió buena para el negocio familiar desde el cargo público–, atleta destacada a nivel internacional, campeona, conocedora profunda de los defectos del sistema mexicano, llegó a la Conade y ¿qué hizo? Nada, todo igual o peor porque, para colmo, llevamos cuatro años de reducciones presupuestales.

Muchos atletas han pasado por ahí, Raúl González –maratonista de oro–, Jesús Mena –clavadista y medallista también–… Nada ha funcionado para que ese sistema de burocracias, corruptelas, federaciones enquistadas y controladoras de los presupuestos y los entrenadores, pueda cambiar un ápice. La señora Guevara lo prometió, y mire usted los resultados.

Tuvimos buenos competidores en el pasado, en disciplinas muy variadas como equitación, en boxeo, en taekwondo, en maratón, en marcha, en pesas –recuerde usted a la tristemente fallecida Soraya Jiménez–, en futbol… en fin. Había disciplinas en que teníamos oportunidades; clavados fue una de ellas. Ahora concluimos en el lugar 84 del medallero, por debajo de países muy cercanos a nosotros en tantas cosas, como Colombia –que presentó una delegación ejemplar y competitiva–. Por debajo de Venezuela –lea usted–, y no creo que nuestra economía o sistema deportivo esté –con respeto– peor que el del bolivarismo gremial. República Dominicana, Etiopía, Filipinas… en fin.

Otros países han construido sistemas deportivos de alta calidad y competencia. Han cuidado a sus atletas, han protegido y formado a entrenadores y directivos. México ha sido, como tantas áreas dominadas por la política y los sindicatos, una vergüenza en descenso. Olvide usted ya de compararnos con Cuba, que ha sido, desde siempre, una potencia caribeña y centroamericana por sus corredores, boxeadores, atletas de lucha y otros deportes. Nunca hemos vencido a Cuba en el medallero, salvo tal vez en nuestro histórico récord de 1968 –organizador y anfitrión con nueve medallas–. Han pasado 53 años, y el récord se mantiene.

Este gobierno invierte en beisbol, porque es del gusto y la preferencia del mandatario. Lo demás, descartado. Le quitaron más de 100 millones de pesos al presupuesto de la Conade el año pasado, además de los desviados para negocios personales de su titular –pesan sobre Ana Guevara acusaciones de corrupción–, y nadie dice nada, nadie levanta la voz, ni exige resultados. Si cualquier persona pregunta a un deportista, a un “profe”, como les dicen a los entrenadores que tienen todas las décadas acumuladas en organismos sindicalizados, las cosas están mejor o peor dependiendo el gobierno y el presupuesto.

Si hay lana, se entrena más, no se detienen las becas a deportistas –como hizo este gobierno– y se logran mejores resultados, acuden a justas internacionales, esenciales para sentir el verdadero nivel de competencia. Si no hay lana, como ahora, pues ahí apenas, unas horas de entrenamiento, unos uniformes incompletos que llegan tarde, y otras mil desgracias de equipos anacrónicos, pistas viejas, materiales abandonados, arenas y albercas en el mínimo nivel de subsistencia.

Cuando un atleta mexicano triunfa en el extranjero, es a contracorriente, casi un milagro que logra vencer al sistema mediocre, corrupto, que representa el auténtico dique en su carrera.

Ana Guevara lo sabía, lo denunció en su momento, fue víctima del sistema. Hoy estamos, tristemente, en peores condiciones que en los últimos tres o cuatro gobiernos. Y si tiene usted duda, revise las medallas conseguidas por cada delegación olímpica mexicana, al paso de los últimos 20 años.

Los que triunfan lo logran porque entrenan en el extranjero, porque tienen patrocinadores o, ya de plano, porque se cambian de nacionalidad.

Vergüenza de funcionarios, de organismos y federaciones, de burócratas del deporte que prefieren su pensión asegurada que impulsar a jóvenes talentos.

Los deportistas son, han sido y seguirán siendo víctimas del aparato.

Somos nuestro peor enemigo.