En Opinión: “Acabaremos muertos, si no nos organizamos ciudadanamente” por Alfredo Martínez de Aguilar

*¿Qué sentido tiene la Mesa de Seguridad, si las acciones de las Fuerzas Armadas, la Guardia Nacional y las corporaciones policíacas, son reactivas e incapaces de garantizar seguridad y paz social?

* ¿Qué políticos y funcionarios traicionan al Gobernador Alejandro Murat al proteger a las bandas del crimen organizado y del narco y garantizarles operar impunemente en las regiones del estado?

Con el optimismo del realista informado y sin ser alarmista ni agorero del desastre, sonó la hora de las definiciones personales, familiares y sociales ante la creciente inseguridad y violencia:

¡O nos organizamos ciudadanamente de manera masiva o terminaremos muertos por la cada vez más brutal violencia que, ahora más que nunca, arrasa con familias, incluyendo mujeres y niños!

Reportes de inteligencia, civiles y militares, revelan con toda claridad y precisión los nombres, pelos y señales de los integrantes de la “maña” y su ubicación, pero estos operan impunemente.

¿Qué sentido tiene la Mesa de Seguridad semanal, si las acciones de las Fuerzas Armadas, la Guardia Nacional y las corporaciones policíacas son reactivas e incapaces de garantizar seguridad y paz social?

¿Por qué esperar a que ocurran masacres, incluso contra elementos de las propias corporaciones policíacas, como sucedió en el municipio de San Francisco del Mar, o de la familia en la Mixteca?

La impunidad lleva a la desesperación. El hermano de uno de los policías asesinados disparó en contra del director de seguridad y asesinó al sobrino de uno de los presuntos responsables del triple homicidio.

Este caso ilustra con toda claridad la magnitud y dimensión del humor social de rabia e indignación popular que conduce al caos de la Ley de la Selva y la Ley del Talión “ojo por ojo, diente por diente”.

Llama poderosamente la atención que en algunos casos solo intervengan las Fuerzas Armadas, la Guardia Nacional y corporaciones policiales bajo presión social y en otros, ni siquiera así se logra justicia.

Esta última situación es el caso de la masacre de los 15 indígenas ikoots asesinados y algunos quemados vivos en Huazantlán del Río, San Mateo del Mar, el sábado 20 de junio de 2020.

La evidente complicidad de las autoridades por omisión y negligencia, especialmente de la Agencia Estatal de Investigaciones y del Fiscal General del Estado, Arturo Peimbert, obliga a preguntar:

¿Qué políticos y funcionarios traicionan al Gobernador Alejandro Murat al proteger a las bandas del crimen organizado y del narco que operan impunemente en las diversas regiones del estado?

Entendible, jamás justificable, esta cruel realidad, por el otorgamiento de cuotas a cuates en áreas estratégicas de investigación, procuración y administración de justicia, sin importar improvisar. 

O bien, lo que es peor, la imposición desde el Congreso del Estado de personajes con intereses ajenos a Oaxaca, como ocurre con el ausente Fiscal General del Estado, Arturo Peimbert Calvo.

El sombrío panorama que enfrenta Oaxaca en seguridad y violencia puede conducir al desastre que viven importantes ciudades como Celaya, Guanajuato, ahogada por la sangre, muerte y dolor.

Transcribimos: “Celaya está muerta y tal parece que nada la levantará. Muertes en todas las zonas, a cualquier hora y a cualquier persona. Robos de comercios, autos y lo que se te ocurra”.

“Extorsiones y cierre de comercios. Se respira miedo en cualquier parte. Los empresarios se van y no van a regresar nunca. Lo que un día fue una ciudad próspera y en crecimiento. Ya no existe”.

“Murió la ciudad donde podíamos ir a disfrutar de su gastronomía. Murió la ciudad donde podías salir de noche a un bar o un antro sin problema. Murió la ciudad, centro comercial del Bajío”.

“¡Celaya murió! Triste pero cierto. Lo más lamentable es que los que quedamos estamos medios muertos, porque sobrevivimos, encerrados y con miedo. Que caraja vida es esa. Celaya murió!”.

Lo peor de todo es por apatía, cobardía o complicidad, hemos ido normalizando poco a poco la inseguridad y violencia a tal extremo que, pocos casos sorprenden por su brutalidad o número.

Lo cierto es que no se podrá detener la inflación ni reactivar la economía o impulsar el desarrollo, como tampoco podrán tener eficacia los planes de salud y educación que con tanta urgencia se demandan.

La quinta ola de la pandemia cobra más muertes y el ciclo escolar termina con la incertidumbre qué pasará en el futuro inmediato con la seguridad de alumnos, maestros y padres de familia.

Al margen de filias y fobias, no se tiene la certeza que el gobierno esté haciendo lo necesario para atender el gravísimo problema de la descarnada violencia que estamos viviendo y sufriendo.

No importa si ese terror es producto de la guerra entre las organizaciones de la delincuencia organizada por controlar territorios, o por obtener mal habidas ganancias vía la extorsión o el secuestro.

Hemos llegado a tal grado que, muchos segmentos de la población asumen que con la actitud de intimidación, convertida en modus vivendi, están en el camino más fácil para “triunfar” en la vida.

Son realidad los niños sicarios, grupos fuertemente armados que controlan poblados, caminos y zonas de producción agrícola o ganadera, y que se han adueñado de la vida productiva de grandes territorios.

alfredo_daguilar@hotmail.com

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@efektoaguila